Lección 24: Prácticas exteriores particulares de esta devoción.

Hay cuatro prácticas concretas que nos sustentarán en la Verdadera Devoción a Nuestra Señora. La primera es la solemne Consagración para la cual nos estamos preparando. La segunda es la recitación de la coronilla de la Santísima Virgen. La tercera, el uso de pequeñas cadenas de hierro. Y, por fin, una especial devoción al misterio de la Encarnación, que aquí es detalladamente estudiado.

Pongo a su disposición online el texto del tratado: https://bit.ly/TratadoVD

Meditación y Oraciones del día

Veni Creator Spíritus, Ave Maris Stella y Magnificat

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Señor, ten piedad de nosotros. Jesucristo, ten piedad de nosotros.

R/. Señor, ten piedad de nosotros.
Divino Espíritu Santo, óyenos.
Espíritu Santo Paráclito, escúchanos.

Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros,
Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros,
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros,
Santísima Trinidad que eres un sólo Dios, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la verdad, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la sabiduría, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la inteligencia, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la fortaleza, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la piedad, ten piedad de nosotros,
Espíritu del buen consejo, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la ciencia, ten piedad de nosotros,
Espíritu del santo temor, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la caridad, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la alegría, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la paz, ten piedad de nosotros,
Espíritu de las virtudes, ten piedad de nosotros,
Espíritu de toda la gracia, ten piedad de nosotros,
Espíritu de la adopción de los hijos de Dios, ten piedad de nosotros,
Purificador de nuestras almas, ten piedad de nosotros,
Santificador y guía de la Iglesia Católica, ten piedad de nosotros,
Distribuidor de los dones celestiales, ten piedad de nosotros,
Conocedor de los pensamientos, ten piedad de nosotros,
y de las intenciones del corazón, ten piedad de nosotros,
Dulzura de los que comienzan a serviros, ten piedad de nosotros,
Corona de los perfectos, ten piedad de nosotros,
Alegría de los ángeles, ten piedad de nosotros,
Luz de los Patriarcas, ten piedad de nosotros,
Inspiración de los Profetas, ten piedad de nosotros,
Palabra y sabiduría de los Apóstoles, ten piedad de nosotros,
Victoria de los Mártires, ten piedad de nosotros,
Ciencia de los Confesores, ten piedad de nosotros,
Pureza de las Vírgenes, ten piedad de nosotros,
Unción de todos los Santos, ten piedad de nosotros,

Sednos propicio,
R. Perdónanos Señor.
Sednos propicio,
R. Escúchanos Señor.

De todo pecado, líbranos Señor.
De todas las tentaciones y celadas del demonio, líbranos Señor.
De toda presunción y desesperación, líbranos Señor.
Del ataque a la verdad conocida, líbranos Señor.
De la envidia de la gracia fraterna, líbranos Señor.
De toda obstinación e impenitencia, líbranos Señor.
De toda negligencia y liviandad de espíritu, líbranos Señor.
De toda impureza de la mente y del cuerpo, líbranos Señor.
De todas las herejías y errores, líbranos Señor.
De todo mal espíritu, líbranos Señor.
De la muerte mala y eterna, líbranos Señor.
Por Vuestra eterna procedencia del Padre y del Hijo, líbranos Señor.
Por la milagrosa concepción del Hijo de Dios, líbranos Señor.
Por Vuestro descendimiento sobre Jesús bautizado, líbranos Señor.
Por Vuestra santa aparición en la transfiguración del Señor, líbranos Señor.
Por Vuestra venida sobre los discípulos del Señor, líbranos Señor.
En el día del juicio, líbranos Señor.

Aunque pecadores, te rogamos óyenos,
Para que nos perdones, te rogamos óyenos,
Para que te dignes vivificar y santificar a todos los miembros de la Iglesia, te rogamos óyenos,
Para que te dignes concedernos el don de la verdadera piedad, devoción y oración, te rogamos óyenos,
Para que te dignes inspirarnos sinceros afectos de misericordia y de caridad, te rogamos óyenos,
Para que te dignes crear en nosotros un espíritu nuevo y un corazón puro, te rogamos óyenos,
Para que te dignes concedernos verdadera paz y tranquilidad de corazón, te rogamos óyenos,
Para que nos hagas dignos y fuertes, para soportar las persecuciones por amor a la justicia, te rogamos óyenos,
Para que te dignes confirmarnos en tu gracia, te rogamos óyenos,
Para que nos recibas en el número de tus elegidos, te rogamos óyenos,
Para que te dignes atendernos, te rogamos óyenos,
Espíritu de Dios, te rogamos óyenos,

V/Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R/.Envíanos el Espíritu Santo.
V/Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R/.Mándanos el Espíritu prometido del Padre.

V/Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R/.Dadnos el buen Espíritu Espíritu Santo, óyenos.

V/Espíritu Consolador, escúchanos.
V/. Envía tu Espíritu y todo será creado,
R/. Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos. ¡Oh Dios! que aleccionaste a los corazones de Tus fieles
con la ciencia del Espíritu Santo,
haz que, guiados por este mismo
Espíritu, apreciemos las dulzuras
del bien, y gocemos siempre de Sus
divinos consuelos, por Jesucristo
Nuestro Señor.

Amén.
Salve, del mar Estrella,
Salve, Madre sagrada
De Dios y siempre Virgen,
Puerta del cielo Santa.

Tomando de Gabriel
El Ave, Virgen alma,
Mudando el nombre de Eva,
Paces divinas trata.

La vista restituye,
Las cadenas desata,
Todos los males quita,
Todos los bienes causa.

Muéstrate Madre, y llegue
Por Ti nuestra esperanza
A quien, por darnos vida,
Nació de tus entrañas.

Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta.

Vida nos presta pura,
Camino firme allana;
Que quien a Jesús llega,
Eterno gozo alcanza.

Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
Y siempre eternas gracias

"Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo,ten piedad de nosotros.
Cristo,ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Cristo, escúchanos
Dios, Padre Celestial,  ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.


Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,  ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de infinita majestad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, colmado de oprobios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, víctima por los pecadores, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, óyenos Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
V. Jesús, manso y humilde de Corazón,
R. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Oremos: Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amadísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece, concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Amén.
Ven, ¡Oh Jesús!, que vives en María; ven a vivir y reinar en nosotros, que tu vida se exprese en nuestra vida para vivir tan sólo para Ti. Forja en nuestra alma, ioh, Cristo!, tus virtudes, tu Espíritu divino y santidad, tus máximas perfectas y tus normas y el ardor de tu eterna caridad. Danos parte, Señor, en tus misterios para que te podamos imitar; tú que eres Luz de Luz, danos tus luces, y en pos de ti podremos caminar. Reina, Cristo, en nosotros por tu Madre, sobre el demonio y la naturaleza, en virtud de tu nombre soberano, para la gloria del Padre celestial.
Amén
Vos sois, oh Cristo Jesús, mi Padre santo, mi Dios misericordioso, mi Rey infinitamente grande; sois mi buen pastor, mi único maestro, mi auxilio lleno de bondad, mi bienamado de una belleza maravillosa, mi pan vivo, mi sacerdote eterno, mi guía para la patria, mi verdadera luz, santa dulzura, mi camino recto, mi preclara sapiencia, mi pura simplicidad, mi paz y concordia; sois, en fin, toda mi salvaguardia, mi herencia preciosa, mi eterna salvación. Oh Jesucristo, amable señor, ¿por qué en toda mi vida, amé, por qué deseé otra cosa sino Vos? ¿Dónde estaba yo cuando no pensaba en Vos? ¡Ah, que a partir de ahora, mi corazón sólo os desee y por Vos se abrase, Señor Jesús! Deseos de mi alma, corred, que ya bastante tardasteis; apresuraros hacia el fin al que aspiráis; procurad de verdad Aquél que buscáis. Oh Jesús, anatema sea quien no os ama. Aquél que no os ama se llene de amarguras.

Oh dulce Jesús, sed el amor, las delicias, la admiración de todo corazón dignamente consagrado a vuestra gloria. Dios de mi corazón y mi plenitud, Jesucristo, que en Vos mi corazón desfallezca, y sed Vos mismo mi vida. Enciéndase en mi alma la brasa ardiente de vuestro amor, y se convierta en un incendio todo divino, al arder para siempre en el altar de mi corazón; que inflame lo íntimo de mi ser y abrase el fondo de mi alma; para que, en el día de mi muerte, aparezca delante de Vos enteramente consumido en vuestro amor. Así sea.
Evangelio de San Mateo:

Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; 36 y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. 37 Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». 38 Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 39 Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, 40 decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». 41 De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: 42 «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. 43 Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”». 44 También lo insultaban los bandidos crucificados con él. (Mt 27, 36-44)

Del Camino Real de la Santa Cruz
Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús. Pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen de buena voluntad la palabra de la cruz, no temerán entonces oír la palabra de la eterna condenación. Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor ven-drá a juzgar. Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza. Pues que así es, ¿por qué teméis tomar la cruz, por la cual se va al reino? En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad. No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. El vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El. Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.
Capítulo VIII
Prácticas particulares de esta Devoción

Artículo I 
Prácticas exteriores

226. Aunque lo esencial de esta devoción consiste en lo interior, no deja de haber algunas prácticas exteriores, que es menester no omitir: Haec oportuit facere et illa non omittere, bien sea porque las prácticas exteriores bien hechas ayudan a las interiores; bien porque recuerdan al hombre –que siempre acostumbra guiarse por los sentidos– lo que él ha hecho o debe hacer; o entonces, porque ellas son adecuadas a la edificación del prójimo que las ve, lo que no sucede con aquellas que son puramente interiores. Que ningún mundano, pues, ni crítico, ponga aquí su nariz para decir que la verdadera devoción está en el corazón, y que es menester evitar lo que es exterior, ya que la vanidad puede entrar en ello, y que sería preciso ocultar su devoción, etc... Yo les respondo con mi Maestro: Que los hombres vean vuestras buenas obras, a fin de que glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5, 16). Lo cual no significa, como enseña San Gregorio, que las acciones y devociones exteriores deban ser hechas para agradar a los hombres, y obtener de allí alguna alabanza: esto sería vanidad. Pero se las hace algunas veces delante de los hombres, teniendo en vista agradar a Dios y por ello hacerlo glorificar, sin tomar en cuenta los menosprecios o alabanzas de los hombres. Para abreviar, mencionaré algunas prácticas exteriores –que no llamo así porque se las haga sin espíritu interior, mas porque tienen alguna cosa de exterior–, a fin de distinguirlas de aquellas que son puramente interiores.

1. Consagración después de los Ejercicios Preparatorios
227. Primera Práctica. – Aquellos y aquellas que quisieren entrar en esta devoción particular, que no ha sido erigida en cofradía, aunque sería mucho de desear, después de haber empleado en la primera parte de esta preparación al reino de Jesucristo –como ya lo he dicho– , doce días al menos, en vaciarse del espíritu del mundo, contrario al de Jesucristo, emplearán tres semanas en llenarse de Jesucristo, por las manos de la Santísima Virgen. He aquí el orden que ellos podrán observar:

228. Durante la primera semana emplearán todas sus oraciones y actos de piedad en pedir el conocimiento de sí mismos y la contrición de sus pecados; haciéndolo todo con espíritu de humildad. Para ello podrán, si así lo desean, meditar todo lo que hemos dicho sobre nuestro mal fondo, y no mirarse durante los seis días de esta semana, sino como caracoles, babosas, sapos, cerdos, serpientes y machos cabríos; o bien, meditar estas tres palabras de San Bernardo: “Cogita quid fueris, semem putridum; quid sis, vas stercorum; futuris sis, esca vermium – Piensa en lo que tú has sido: un poco de barro; en lo que eres: un poco de estiércol; en lo que serás: pasto de gusanos”; rogarán a Nuestro Señor y al Espíritu Santo que les ilumine, con estas palabras: “Domine ut videam: Señor, haced que yo vea”; o “Noverim me: que yo me conozca” – S. Agustín; o Veni, Sancte Spiritus, y rezarán todos los días las letanías del Espíritu Santo y la oración que sigue en la primera parte de esta obra. Recurrirán a la Santísima Virgen, suplicándole esta gran gracia que debe ser el fundamento de las otras, y para ello dirán todos los días el Ave Maris Stella, y sus letanías.

229. Durante la segunda semana, se dedicarán en todas sus oraciones y en las obras de cada día, a conocer a la Santísima Virgen. Pedirán este conocimiento al Espíritu Santo. Podrán leer y meditar lo que ya hemos dicho sobre ello. Rezarán, como durante la primera semana, las letanías del Espíritu Santo y el Ave Maris Stella, y además un rosario completo todos los días, o al menos la corona de los cinco misterios, en esta intención.

230. Emplearán la tercera semana en conocer a Jesucristo. Podrán leer y meditar lo que sobre ello hemos dicho, y recitar la oración de San Agustín, que está puesta hacia el comienzo de esta segunda parte. Podrán con el mismo santo, decir y repetir cien y cien veces por día: “Noverim te: ¡Señor, que yo te conozca!”, o bien, “Domine, ut videam: ¡Señor, que yo vea quien sois Vos!”. Recitarán como las otras semanas precedentes las letanías del Espíritu Santo y el Ave Maris Stella, y agregarán todos los días las letanías del Santo Nombre de Jesús.

231. Al cabo de estas tres semanas, se confesarán y comulgarán con la intención de darse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por las manos de María. Y después de la comunión, la cual procurarán hacer según el método que más adelante expresaré, recitarán la fórmula de la consagración, que también encontrarán más adelante; será menester que ellos la escriban o la hagan escribir, si no está impresa, y que la firmen el mismo día que la hubieren hecho.

232. Será bueno que este día paguen algún tributo a Jesucristo y a su Santísima Madre, sea como penitencia de su infidelidad pasada a los votos de su bautismo, ya para protestar su dependencia del dominio de Jesús y de María. Ahora bien, este tributo será según la devoción y la capacidad de cada uno: como un ayuno, una mortificación, una limosna, o un cirio; aunque ellos no dieren más que un alfiler en homenaje, con tan buen corazón, es suficiente para Jesús, quien sólo mira la buena voluntad.

233. Todos los años al menos, en el mismo día, renovarán la misma consagración, observando las mismas prácticas durante tres semanas. Podrán incluso todos los meses, y aun todos los días, renovar todo lo que han hecho con estas pocas palabras: “Tuus totus ego sum, et omnia mea tua sunt: Yo soy todo vuestro, y todo lo que tengo os pertenece”, oh mi amable Jesús, por medio de María, vuestra Santa Madre”.

2. Recitación de la Coronilla de la Santísima Virgen
234. Segunda Práctica. – Rezarán todos los días de su vida, sin que entre tanto lo consideren como una carga obligatoria, la Coronilla de la Santísima Virgen, compuesta de tres Padrenuestros y doce Avemarías, en honor de los doce privilegios y grandezas de la Santísima Virgen. Esta práctica es muy antigua, y tiene su fundamento en las Sagradas Escrituras. San Juan vio una mujer coronada de doce estrellas, revestida del sol, y con la luna bajo sus pies. (Ap 12, 1) Esta mujer es según los intérpretes la Santísima Virgen.

235. Hay muchas maneras de rezarla bien, lo cual sería demasiado largo referir; el Espíritu Santo las enseñará a aquellos y a aquellas que serán los más fieles en esta devoción. Sin embargo, para decirla de la manera más simple, es necesario en primer lugar decir: “Dignare me laudare te, Virgo sacrata; da mihi virtutem contra hostes tuos – Dignaos escuchar mis alabanzas, ¡oh Virgen santísima!, y dadme la fuerza contra vuestros enemigos”. Enseguida se dirá el Credo, después un Padrenuestro, cuatro Avemarías y un Gloria al Padre; luego otro Padrenuestro con sus cuatro Avemarías y Gloria, y así hasta terminar. Al final se reza el Sub tuum praesidium – a vuestro patrocinio...

3. Llevar Cadenillas de Hierro
236. Tercera Práctica. – Es muy loable, muy glorioso y muy útil para aquellos y aquellas que de esta manera se hubieren hecho esclavos de Jesús en María, que lleven como señal de su esclavitud amorosa, pequeñas cadenas de hierro bendecidas con una bendición propia que luego diré. Estas señales exteriores, en verdad, no son esenciales, y una persona puede muy bien prescindir de ellas, aunque haya abrazado esta devoción. Sin embargo, no puedo menos de encomiar grandemente a aquellos y a aquellas que después de haber sacudido las cadenas ominosas de la esclavitud del diablo, con que el pecado original y posiblemente los pecados actuales los hubiere atado, se han sometido voluntariamente a la gloriosa esclavitud de Jesucristo, y se glorifican con San Pablo de estar encadenados por Jesucristo (Ef 3, 1 ), cadenas mil veces más gloriosas y preciosas –aunque de hierro y sin brillo–, que los collares de oro de los emperadores.

237. Aunque en otros tiempos no hubo nada de más infamante que la cruz, actualmente ese leño no deja de ser la cosa más gloriosa del cristianismo. Digamos lo mismo de los hierros de la esclavitud: no había nada de más ignominioso entre los antiguos, y aún mismo hoy en día entre lo paganos; pero entre los cristianos, no existe nada de más ilustre que esas cadenas de Jesucristo, pues ellas nos libran y preservan de los lazos infames del pecado y del demonio; porque ellas nos ponen en libertad, y nos ligan a Jesús y a María, no por la violencia y por la fuerza como los presidiarios, mas por la caridad y el amor, como los hijos: “Traham eos in vinculis charitatis(Os 11, 4) – Los atraeré a mí –dice Dios por la boca de un profeta– con cadenas de caridad”, que en consecuencia, son fuertes como la muerte (Ct 8, 6), y de alguna manera más fuertes, en aquellos que fueren fieles en llevar esas señales gloriosas hasta la muerte, pues aunque la muerte destruya sus cuerpos reduciéndolos a podredumbre, no podrá destruir los lazos de su esclavitud, que siendo de hierro, no se corromperán fácilmente; y posiblemente el día de la resurrección de los cuerpos, en el gran juicio final, estas cadenas que aún ligarán sus huesos, serán parte de su gloria, y serán cambiadas por cadenas de luz y de gloria. ¡Felices, pues, mil veces, los esclavos ilustres de Jesús en María, que llevaren sus cadenas hasta la tumba!

238. He aquí las razones para llevar estas cadenillas: 1º– Para hacer recordar al cristiano los votos y promesas de su bautismo, de la renovación perfecta que de él ha hecho con esta santa devoción, y de la estrecha obligación que tiene de ser fiel a ellos. Una vez que el hombre se mueve más a menudo por los sentidos que por la pura fe, tendería a olvidarse fácilmente de sus obligaciones para con Dios si no hubiese alguna cosa exterior que se las recordare; estas cadenillas sirven maravillosamente al cristiano para hacerle recordar las cadenas del pecado y la esclavitud del demonio, de que el santo bautismo lo ha librado, y de la dependencia que ha prometido a Jesucristo en el santo bautismo, y la ratificación que de ella ha hecho con la renovación de sus votos. Una de las razones por las cuales tan pocos cristianos piensan en los votos de su bautismo, y viven con tanto libertinaje como si no hubiesen prometido nada a Dios, al igual que los paganos, es porque no llevan ninguna señal exterior que se los haga recordar.

239. 2º– Para mostrar que no nos avergonzamos de la esclavitud y servidumbre de Jesucristo, y que se renuncia a la esclavitud funesta del mundo, del pecado y del demonio. 3º– Para librarnos y preservarnos de las cadenas del pecado y del demonio; pues es menester que llevemos o las cadenas de iniquidad, o las cadenas de la caridad y de la salvación: Vincula peccatorum aut vincula charitatis.

240. ¡Ah mi querido hermano! rompamos las cadenas de los pecados y de los pecadores, del mundo y de los mundanos, del diablo y de sus secuaces, y lancemos lejos de nosotros su yugo funesto: “Dirumpamus vincula eorum et projiciamus a nobis jugum ipsorum (Sal 2, 3) – Rompamos sus ataduras y sacudamos lejos de nosotros su yugo”. Metamos los pies –para servirme de los términos del Espíritu Santo– en esos cepos gloriosos, y nuestro cuello en sus collares: Injice pedem tuum in compedes illius, et in torques illius collum tuum (Eclo 6, 25). Sometamos nuestros hombros, y llevemos la sabiduría que es Jesucristo y no nos fastidiemos con sus cadenas: “Subjicie humerum tuum et porta illam, et ne acedieris vinculis ejus (Eclo 6, 26). Notaréis que el Espíritu Santo, antes de decir estas palabras prepara para ello el alma, a fin de que ella no rechace su importante consejo. He aquí sus palabras: “Audi, filii, et accipe consilium intellectus, et ne abjicias consilium meum (Eclo 6, 33): Escucha hijo mío, y recibe un consejo que puedas entender, y no rechaces mi consejo”.

241. Aceptad mi queridísimo amigo, que me una al Espíritu Santo para daros el mismo consejo: “Vincula illius alligatura salutaris (Sal 6, 31): Sus cadenas son cadenas de salvación”. De igual modo que Jesucristo clavado en la cruz debe atraer todo hacia Él de grado o por fuerza, atraerá a los réprobos con las cadenas de sus pecados, para encadenarlos como a presidiarios y diablos, a su ira eterna y a su justicia vengadora; pero atraerá particularmente en estos últimos tiempos, a los predestinados con las cadenas de la caridad: “Omnia traham ad meipsum (Jn 12, 32) – Todo lo atraeré a mí. Traham eos in vinculis charitatis(Os. 11, 4).

242. Estos esclavos de amor de Jesucristo o encadenados de Jesucristo, vincti Christi pueden llevar sus cadenas o en su cuello, o en sus brazos, o en la cintura, o en sus pies. El P. Vicente Caraffa, séptimo general de la Compañía de Jesús, que murió en olor de santidad el año 1643, llevaba como señal de su servidumbre, un aro de hierro en el pie, y afirmaba que su dolor era no poder llevar públicamente la cadena. La Madre Inés de Jesús de quien ya hemos hablado, llevaba una cadena de hierro en su cintura. Algunos otros la han llevado en el cuello, en penitencia por los collares de perlas que llevaban en el mundo. Otros la han llevado en sus brazos, para recordarse durante los trabajos de sus manos que son esclavos de Jesucristo.

4. Devoción especial al Misterio de la Encarnación
243. Cuarta Práctica. – Profesarán una singular devoción al gran misterio de la Encarnación del Verbo, el 25 de marzo, que es el misterio propio de esta devoción, pues ella ha sido inspirada por el Espíritu Santo: 1.– Para honrar e imitar la dependencia inefable que Dios Hijo ha querido tener a respecto de María, para la gloria de su Padre y para nuestra salvación. Esta dependencia aparece particularmente en este misterio en que Jesús se muestra cautivo y esclavo en el seno de la divina María, en el cual depende totalmente de Ella para todas las cosas; 2.– Para agradecer a Dios por las gracias incomparables que ha concedido a María, y particularmente el de haberla escogido como dignísima Madre suya, elección que ha sido hecha en este misterio. Son estos los dos principales fines de la esclavitud de Jesucristo en María.

244. Notad por favor lo que digo habitualmente: El esclavo de Jesús en María, la esclavitud de Jesús en María. Se puede decir en verdad como muchos lo han hecho: el esclavo de María, la esclavitud de la Santísima Virgen; pero creo preferible el esclavo de Jesús en María, como lo aconsejaba M. Tronson, superior general del seminario de San Sulpicio, renombrado por su prudencia poco común y su piedad consumada, a un clérigo que lo consultó al respecto. He aquí las razones:

245. 1º– Como vivimos en un siglo orgulloso en el que hay gran número de sabios inflados, presuntuosos y críticos, que hallan algo que censurar hasta en las prácticas de piedad mejor establecidas y más sólidas, a fin de no darles ocasión de crítica sin necesidad, sería mejor decir la esclavitud de Jesucristo en María, y afirmarse esclavo de Jesucristo, en vez de esclavo de María. Tomando el nombre de esta devoción más bien por su fin último que es Jesucristo, que del camino y del medio para llegar a este fin, que es María; aunque en verdad se podría hacer lo uno y lo otro sin escrúpulo, así como yo lo hago. Por ejemplo, un hombre que va de Orléans a Tours por el camino de Amboise, podría perfectamente decir que él va a Amboise y a Tours; que viaja hacia Amboise y que viaja hacia Tours; con la diferencia, sin embargo, de que Amboise no es más que su ruta directa para ir hacia Tour, y que Tours sólo es su fin último y el término de su viaje.

246. 2º– Pues el principal misterio que se celebra y que se honra en esta devoción es el misterio de la Encarnación, en el cual no se puede ver a Jesucristo sino en María, y encarnado en su seno, viene más a propósito decir la esclavitud de Jesús en María, de Jesús residiendo y reinando en María, según esta bella oración de tantas y tan grandes almas: ¡Oh Jesús viviente en María, venid y vivid en nosotros con el espíritu de vuestra santidad!, etc.

247. 3º– Esta manera de hablar muestra mejor la unión íntima que existe entre Jesús y María. Están unidos tan íntimamente, que el uno está todo en el otro; Jesús está todo en María, y María, en Jesús; o más bien, Ella no está más, sino Jesús solamente en Ella; y sería más fácil separar la luz del sol que a María de Jesús. De tal modo que a Nuestro Señor lo podemos llamar Jesús en María, y a la Santísima Virgen, María en Jesús.

248. No permitiéndome el tiempo detenerme aquí para explicar las excelencias y grandezas del misterio de Jesús viviendo y reinando en María, o de la Encarnación del Verbo, me contentaré con decir en tres palabras, que éste es el primer misterio de Jesucristo, el más oculto, el más sublime y el menos conocido; que es en este misterio donde Jesús, de común acuerdo con María, y en su seno maternal, que por ello ha sido llamado por los santos aula sacramentorum, la sala de los secretos de Dios, ha escogido a todos los elegidos; que es en este misterio donde Él ha obrado todos los demás misterios de su vida que a éste han seguido, por la aceptación que de ellos hizo: Jesus ingrediens mundum dicit: Ecce venio ut faciam, Deus, voluntatem tuam; y en consecuencia, que este misterio es un resumen de todos los misterios, que encierra la voluntad y la gracia de todos; en fin, que este misterio es el trono de la misericordia, de la liberalidad y de la gloria de Dios. El trono de su misericordia para nosotros, pues una vez que no se puede aproximar de Jesús sino por medio de María, no podemos ver a Jesús ni hablarle más que a través de María. Jesús, que atiende siempre a su querida Madre, concede allí siempre su gracia y su misericordia a los pobres pecadores: “Adeamus ergo cum fiducia ad thronum gratiae. Es el trono de su liberalidad para con María, porque mientras el nuevo Adán ha morado en este verdadero paraíso terrestre, ha obrado ocultamente tantas maravillas, que ni los ángeles ni los hombres pueden comprenderlas; es esta la razón por la cual los santos llaman a María la magnificencia de Dios: Magnificentia Dei, cual si Dios no fuese magnífico más que en María: “Solum modo ibi magnificus Dominus. Es el trono de su gloria para su Padre, porque es en María donde Jesucristo ha aplacado perfectamente a su Padre, irritado contra los hombres; donde Él ha reparado perfectamente la gloria que el pecado le había raptado; y que por el sacrificio que allí hizo de su voluntad y de sí mismo, le ha dado más gloria que la que jamás le hubieran dado todos los sacrificios de la antigua ley, y en donde finalmente le ha dado una gloria infinita que nunca habría recibido del hombre.

Lecciones del Curso

Bibliografía

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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. Madrid: Asociación de Editores del Catecismo, 2005.

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SAN LUIS MARÍA GRIGNON DE MONTFORT. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Barcelona: Casals, 1981,

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Tratado de la Verdadera Devoción