Clase 7 – La oración

De forma amena se aborda en qué consiste un retiro espiritual, a quién va dirigido y la razón por la que necesitamos un período de recogimiento. También se explican los pasos concretos que hay que dar para que pueda haber una participación fructífera en los ejercicios espirituales.

El hombre sólo alcanza la felicidad cuando cumple la finalidad para la que ha sido creado. Esta finalidad constituye el principio y el fundamento de su existencia. San Ignacio lo presenta como el deber que tiene el hombre, como criatura, de alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma.

Para el hombre, conocer el fin para el cual las criaturas han sido creadas es tan necesario como conocer el suyo, del cual puede llegar a desviarse si hace un mal uso de ellas. Para llegar a un equilibrio en el uso de todo lo que le rodea, el hombre debe servirse de las criaturas tanto cuanto le ayuden a alcanzar su propia finalidad (…).

Recordar aquí cómo fue el primer pecado, el de los Ángeles, que, habiendo sido creados en gracia, desobedecieron por orgullo a su Creador y Señor y se volvieron malvados y fueron arrojados del Cielo al infierno. Recordar también el segundo pecado, cometido por nuestros primeros padres, Adán y Eva, que trajo como consecuencia su expulsión del Paraíso (…)

Cuidadosamente se presentarán los Novísimos, es decir, los acontecimientos individuales y finales de la vida humana, a saber: la muerte, el juicio particular, el Purgatorio, el Cielo y el infierno.

Dejando a un lado el esquema de San Ignacio, se tomará como base el clásico espiritual “El arte de aprovechar nuestras faltas”. Se animará al ejercitante a no dejarse perturbar por su propio examen de conciencia, sino a tratar de sacar provecho de él; por ejemplo, practicando la virtud de la humildad.

Todavía fuera de la pauta ignaciana, será presentada la vida de oración como la fuente de las gracias que harán fructificar los propósitos hechos durante el retiro. Las enseñanzas del Doctor de la Oración, San Alfonso María de Ligorio, servirán de base para la meditación.

Como conclusión habrá una meditación sobre los ejercicios de San Ignacio en la que se invitará al ejercitante a unirse a una de las dos Banderas (en el sentido de un ejército). Por un lado, el sumo capitán general de los buenos y Señor nuestro, que es Cristo; y por otro, el caudillo de los malos, que es Lucifer (…).