Catecismo de la Iglesia Católica – Módulo 1 – El Credo

Dios nos ha creado por amor. La verdadera alegría consiste en conocerlo, amarlo y participar de su misma vida divina en esta tierra y gozar de Él en la vida eterna.

En la plenitud de los tiempos Dios se ha revelado a la humanidad por medio de nuestro Señor Jesucristo, el Verbo de Dios hecho hombre, profetizado en el Antiguo Testamento, proclamado en el Nuevo Testamento y trasmitido por la predicación y enseñanza de los apóstoles.

La humanidad, sostenida por la gracia divina, responde a la Revelación con la obediencia de la fe, confiando en Dios y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas. Ejemplos de esta fe los encontramos en Abrahán y, sobre todo, en la Virgen María.

Tal como nos ha sido revelado, profesamos nuestra Fe en Dios, Uno y Trino — Padre, Hijo y Espíritu Santo —, que es la Verdad misma.

Las tres Personas Divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tienen un obrar inseparable, pero cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad, buscando conducir a las criaturas a su perfección última.

Dios ha creado todo lo visible y lo invisible: Ángeles, hombres, animales, plantas y minerales, y ha establecido entre las criaturas una jerarquía e interdependencia mutuas. En la Redención operada por nuestro Señor Jesucristo, la creación cumple de manera perfecta su fin: alabar a Dios.

Dios ha dotado al ser humano de cuerpo y alma, creándolo en estado de santidad y justicia. Pero, tentado por el diablo, pecó y perdió la gracia de la santidad y justicia originales. Se estableció así una lucha en él que perdurará hasta el fin del mundo.