La Iglesia perseguida 5 – Una nueva visión de la vida: El Renacimiento

Se trata de una época en que el espíritu de Cristo dejó de ser el ideal hacia donde se encaminaban los países adonde había llegado el Bautismo. Lo que renació realmente no fue otra cosa sino la cultura grecorromana, y la moda de la época consiguió hacer de ella el modelo prioritario a imitar.

El ideal que se insinuó en el siglo XIV, y que se fue imponiendo en el siglo XV y XVI, estaba orientado hacia el gozo desmesurado de la vida, donde los placeres terrenales deben tener la prioridad, y las faltas, en cambio, deben ser vistas con gran indulgencia. El centro del universo pasó a ser el hombre, y no Dios.

La crisis del ideal cristiano pronto dio sus frutos podridos: el papa fue exiliado en Aviñón, quedando bajo la custodia del rey de Francia. Santa Catalina de Siena hizo esfuerzos sobrehumanos para conseguir que regresara a Roma (…)

La invasión de la inspiración pagana en el arte renacentista fue una lacra que, aunque vestida de seda, no dejó de inyectar su veneno. Se estableció la moda de confundir a los dioses del Olimpo, imbuidos  de inmoralidad, con los santos, vírgenes y mártires de la Santa Iglesia (…)

Para un gobernante verdaderamente cristiano, el modelo perfecto es nuestro Señor Jesucristo. Esta idea se mantuvo por muchos siglos, hasta que llegó un siniestro personaje llamado Maquiavelo. Para él, se debería gobernar por medio de la astucia; y la línea que orientaba su estilo de dirección era: “El fin justifica los medios”.

Hasta el día de hoy siguen revelándose los horrores de la corte papal renacentista. Los papas de aquel tiempo estaban más preocupados por ser mecenas, reyes y hasta generales, que por guiar a las almas. Envueltos en mil intrigas, se escondían detrás de sedas maravillosas, junto con la vida escandalosa que se llevaba en la corte pontificia.

Después de varios siglos de decadencia constante, en el año 1453 fue sitiada nuevamente la ciudad de Constantinopla, que en aquel entonces era solo la sombra que restaba del poderoso Imperio romano de Oriente. Los turcos (…)

La situación de la Cristiandad era desesperada, pues estaba realmente sitiada por las armas turcas, que no tenían quien se les opusiera. Sólo con la unión de los príncipes cristianos se le podría hacer frente al “Gran Turco”. Gracias a la fe (…)

Fue la mayor batalla naval vista hasta aquel entonces. Cerca de cuatrocientas galeras con más de doscientos mil soldados. Pero la desproporción de los cristianos era patente: disponían de un tercio menos de combatientes que el enemigo (…)